Civismo en la escuela de Cosapa. |
Charaña, La Paz, 14 May. (ATIPIRI / La Prensa).- Marleni tiene siete años y recorre todas las mañanas grandes distancias. Al hacerlo, salta y corre detrás de su recua de llamas. La pequeña todavía no sabe cómo se lee un reloj, pero asegura que el sol comienza a salir cuando ella va a su escuela.
“No tengo miedo, en el camino me encuentro con mis amiguitas”, dice y se refiere a dos niñas mayores que ella, quienes la ayudan a cruzar el río.
Con cinco chompas, Marleni combate el intenso frío para aprender a leer, aunque la actividad principal en los momentos de descanso es jugar a las rondas con sus pequeñas compañeras. Mientras miles de niños cada mañana viajan un promedio de 30 minutos en un micro o un minibús para ir a sus escuela en las ciudades, otros caminan algunos minutos con el mismo objetivo.
Los más afortunados abordan todavía un poco adormecidos el automóvil de sus padres, que los llevan al colegio.
Sin embargo, hay otra realidad en sitios alejados de las ciudades, donde no hay calles, la pampa parece ser infinita y cualquier actividad demanda un esfuerzo mucho más grande que en cualquier centro urbano.
El lugar está ubicado en una de las regiones más frías del país. Caminar en medio del viento helado es complicado. Soportar esas condiciones es difícil, pero esos niños forman parte de los únicos guardianes de la frontera.
LARGAS DISTANCIAS
En la extensa frontera del país, a 214 kilómetros de la ciudad de La Paz, se encuentra la localidad de Charaña y en sus alrededores funcionan más de cinco escuelas fronterizas.
Estos establecimientos educativos están en un punto equidistante de lejanas comunidades y para llegar a ese lugar, los alumnos deben recorrer a pie varios kilómetros. Es la única forma de que estos niños accedan a la formación elemental.
Con los zapatos cubiertos por tierra, el fiambre en una mano y una botellita de agua en la otra, los niños de la Unidad Educativa de Cosapa caminan presurosamente para llegar a su destino.
Son pequeños inocentes a quienes no les importa la distancia que deben recorrer para llegar a su destino.
EXCELENTES EDUCADORES
Estos establecimientos educativos están en un punto equidistante de lejanas comunidades y para llegar a ese lugar, los alumnos deben recorrer a pie varios kilómetros. Es la única forma de que estos niños accedan a la formación elemental.
Con los zapatos cubiertos por tierra, el fiambre en una mano y una botellita de agua en la otra, los niños de la Unidad Educativa de Cosapa caminan presurosamente para llegar a su destino.
Son pequeños inocentes a quienes no les importa la distancia que deben recorrer para llegar a su destino.
EXCELENTES EDUCADORES
Por lo general, estas escuelas de frontera están al cargo de un único maestro, al que los padres de familia tratan de ofrecer todo el apoyo necesario para que no abandone a sus niños.
“Muchos maestros piden dinero para estar aquí. Yo tengo mi familia en La Paz, pero no puedo dejar a mis niños”. El testimonio es de Felipe Aguilar, director de la escuela de Chinocavi.
El horario es continuo. A mediodía, los chicos se sirven una merienda y pasan allí toda la jornada, pues se les brinda, además de la educación, la alimentación básica, también preparada por el educador.
Estas escuelas no podrían permanecer en funcionamiento de no ser por la dedicación de los docentes, quienes no son sólo maestros, sino también, en muchos casos, casi padres de sus alumnos. Se encargan de todas las tareas y necesidades de la vida en los establecimientos: comida, vestimenta, útiles, mantenimiento y salud.
Las carencias y las dificultades son muchas, pero estos pequeños las afrontan con firmeza.
Gracias a ellos, la frontera está resguardada pese a sus precarias condiciones. Mucho más aun si se las compara con las que tienen los vecinos asentados al otro lado de la frontera, en el territorio nacional chileno.
EL PATRIOTISMO SE ASIENTA EN EL CORAZÓN DESDE LA NIÑEZ
En lo alto del hito V flamea una bandera tricolor, señala dónde comienza el territorio nacional. Una escuela funciona en un edificio que tiene el aspecto de una vivienda familiar; fue construida hace 13 años como escuela pública, pero durante mucho tiempo no pudo funcionar por falta de alumnado. Una vez habilitada, inició sus clases con jornadas completas y ofrece a sus alumnos desayuno, almuerzo y merienda. Al inaugurarse, el establecimiento no contaba con los servicios de agua potable y energía eléctrica.
La junta de vecinos trabaja para que esta escuela siga en funcionamiento. Ya recibe electricidad; ahora el problema es el agua, que se extrae de los pozos y es purificada con cloro. Uno de los comunarios recuerda que “en algunos casos hubo fuertes infecciones a causa de la falta de purificación del agua”. Muy cerca está Perú. También tiene una escuela, pero sólo recibe a dos estudiantes. A diferencia de la boliviana, que cuenta con más de 70 niños que defienden su heredad. “El patriotismo está en nuestro corazón”, dice Jorge, de 13 años. Si bien la escuela está a 30 kilómetros de Perú, tres alumnos provienen del país vecino.
COSAPA, UNA ESCUELA UBICADA A UNOS CUANTOS PASOS DE CHILE
Al oeste de la provincia Pacajes, en una región montañosa donde las temperaturas alcanzan los 20 grados bajo cero durante el invierno y soplan vientos fuertes, está ubicada la Unidad Educativa de Cosapa, adonde los niños caminan desde sus comunidades hasta por tres horas para asistir a clases cinco días a la semana.
Según cuenta Alejandro Muta, presidente del Concejo Municipal de Charaña, la escuelita comenzó a funcionar hace 75 años. “Mi papá me decía que su escuela era de adobe y techo de paja. Cuando entré en la escuela, se construyó esta otra, bajo el primer Gobierno del general Banzer”. Al frente está ubicada la escuela Usviri, en Chile.
Taquimani, Antarani y Tubiri son algunos de los cantones de donde proceden nueve niños. Son los alumnos con que cuenta la escuela. Mercedes asegura que al crecer quiere tener su propio ganado camélido y Natividad sueña con ser médica para atender a su comunidad.
CUANDO SE ENTREGA LA VIDA ENTERA
Máxima Cardoso (21) brinda todo de sí para sus pequeños alumnos. “Trabajo con el nivel inicial. Los niños, muchas veces, no tienen material didáctico, pero eso corre de mi cuenta. Tengo que enseñarles todo lo que puede servirles”.
Nacida en Oruro, cuenta que cumple el sueño de su padre, ser profesora. “Yo quería estudiar veterinaria, pero poco a poco me di cuenta de que tengo vocación para transmitir conocimientos”.
La maestra es una niña más que estudió en una escuela fronteriza. “Por experiencia propia, puedo decir que estos lugares son los más olvidados, no sólo en infraestructura, sino en establecimientos. También hace falta material y vías de acceso. Si escogí esta carrera es para decir a estos pobladores que sus hijos también tienen derecho a aprender. Ésa debe ser la labor de los maestros, no sólo buscar puestos de trabajo en la ciudad”.
PARA DESTACAR
Charaña, localidad que vive del ganado camélido, propone la apertura de un matadero.
La bicicleta es el único medio de transporte de varios comunarios y niños en esa región.
Fiambre se llama a una porción de papa cocida, queso o tostado que los alumnos se sirven.
El frío y las bajas temperaturas en el lugar determinaron el adelanto del horario de invierno.
Guardianes son estas escuelas, a falta de resguardo policial en las fronteras.
Simbología. Los métodos de enseñanza en esta región están basados en piedras y plantas.
Esta nota periodística fue posible gracias al apoyo del Ministerio de Educación.
“Muchos maestros piden dinero para estar aquí. Yo tengo mi familia en La Paz, pero no puedo dejar a mis niños”. El testimonio es de Felipe Aguilar, director de la escuela de Chinocavi.
El horario es continuo. A mediodía, los chicos se sirven una merienda y pasan allí toda la jornada, pues se les brinda, además de la educación, la alimentación básica, también preparada por el educador.
Estas escuelas no podrían permanecer en funcionamiento de no ser por la dedicación de los docentes, quienes no son sólo maestros, sino también, en muchos casos, casi padres de sus alumnos. Se encargan de todas las tareas y necesidades de la vida en los establecimientos: comida, vestimenta, útiles, mantenimiento y salud.
Las carencias y las dificultades son muchas, pero estos pequeños las afrontan con firmeza.
Gracias a ellos, la frontera está resguardada pese a sus precarias condiciones. Mucho más aun si se las compara con las que tienen los vecinos asentados al otro lado de la frontera, en el territorio nacional chileno.
EL PATRIOTISMO SE ASIENTA EN EL CORAZÓN DESDE LA NIÑEZ
En lo alto del hito V flamea una bandera tricolor, señala dónde comienza el territorio nacional. Una escuela funciona en un edificio que tiene el aspecto de una vivienda familiar; fue construida hace 13 años como escuela pública, pero durante mucho tiempo no pudo funcionar por falta de alumnado. Una vez habilitada, inició sus clases con jornadas completas y ofrece a sus alumnos desayuno, almuerzo y merienda. Al inaugurarse, el establecimiento no contaba con los servicios de agua potable y energía eléctrica.
La junta de vecinos trabaja para que esta escuela siga en funcionamiento. Ya recibe electricidad; ahora el problema es el agua, que se extrae de los pozos y es purificada con cloro. Uno de los comunarios recuerda que “en algunos casos hubo fuertes infecciones a causa de la falta de purificación del agua”. Muy cerca está Perú. También tiene una escuela, pero sólo recibe a dos estudiantes. A diferencia de la boliviana, que cuenta con más de 70 niños que defienden su heredad. “El patriotismo está en nuestro corazón”, dice Jorge, de 13 años. Si bien la escuela está a 30 kilómetros de Perú, tres alumnos provienen del país vecino.
COSAPA, UNA ESCUELA UBICADA A UNOS CUANTOS PASOS DE CHILE
Al oeste de la provincia Pacajes, en una región montañosa donde las temperaturas alcanzan los 20 grados bajo cero durante el invierno y soplan vientos fuertes, está ubicada la Unidad Educativa de Cosapa, adonde los niños caminan desde sus comunidades hasta por tres horas para asistir a clases cinco días a la semana.
Según cuenta Alejandro Muta, presidente del Concejo Municipal de Charaña, la escuelita comenzó a funcionar hace 75 años. “Mi papá me decía que su escuela era de adobe y techo de paja. Cuando entré en la escuela, se construyó esta otra, bajo el primer Gobierno del general Banzer”. Al frente está ubicada la escuela Usviri, en Chile.
Taquimani, Antarani y Tubiri son algunos de los cantones de donde proceden nueve niños. Son los alumnos con que cuenta la escuela. Mercedes asegura que al crecer quiere tener su propio ganado camélido y Natividad sueña con ser médica para atender a su comunidad.
CUANDO SE ENTREGA LA VIDA ENTERA
Máxima Cardoso (21) brinda todo de sí para sus pequeños alumnos. “Trabajo con el nivel inicial. Los niños, muchas veces, no tienen material didáctico, pero eso corre de mi cuenta. Tengo que enseñarles todo lo que puede servirles”.
Nacida en Oruro, cuenta que cumple el sueño de su padre, ser profesora. “Yo quería estudiar veterinaria, pero poco a poco me di cuenta de que tengo vocación para transmitir conocimientos”.
La maestra es una niña más que estudió en una escuela fronteriza. “Por experiencia propia, puedo decir que estos lugares son los más olvidados, no sólo en infraestructura, sino en establecimientos. También hace falta material y vías de acceso. Si escogí esta carrera es para decir a estos pobladores que sus hijos también tienen derecho a aprender. Ésa debe ser la labor de los maestros, no sólo buscar puestos de trabajo en la ciudad”.
PARA DESTACAR
Charaña, localidad que vive del ganado camélido, propone la apertura de un matadero.
La bicicleta es el único medio de transporte de varios comunarios y niños en esa región.
Fiambre se llama a una porción de papa cocida, queso o tostado que los alumnos se sirven.
El frío y las bajas temperaturas en el lugar determinaron el adelanto del horario de invierno.
Guardianes son estas escuelas, a falta de resguardo policial en las fronteras.
Simbología. Los métodos de enseñanza en esta región están basados en piedras y plantas.
Esta nota periodística fue posible gracias al apoyo del Ministerio de Educación.
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