Mundo, 30 Abr. (ATIPIRI / infobae.com).- Como reportero gráfico personal del fallecido Papa, Arturo Mari tuvo acceso casi irrestricto al Santo Padre durante los 27 años de su pontificado, en el que recorrió el mundo. "Para mí, era un hombre de Dios".
Era el 4 de mayo de 1984, y el Sumo Pontífice visitaba la isla coreana de Sorok, una antigua colonia para leprosos donde varios cientos de personas que padecían el mal recibían tratamiento.
Arturo Mari estaba ahí, como en todos los viajes de Juan Pablo II, como testigo mudo de cada audiencia, misa, viaje de vacaciones o cena pública o privada.
En ese día de 1984 el protocolo indicaba que el Papa debía entrar al pabellón en Sorok donde estaban reunidos los pacientes, darles un breve discurso sobre el significado del sufrimiento y partir. Pero después de contemplar la escena, el Santo Padre apartó a un cardenal que trataba de apurar las cosas y se puso a trabajar.
"Los tocó con sus manos, los acarició y besó a cada uno", dijo Mari. "Ochocientos leprosos, uno por uno. ¡Uno por uno! Para mí, era un hombre de Dios", agregó el fotógrafo de 71 años, durante una entrevista realizada en su apartamento cerca del Vaticano.
El reportero gráfico añadió que "les garantizo que era un santo vivo. Por todo lo que pude ver y escuchar, no se puede creer todo lo que hizo ese hombre".
Este domingo el Papa Benedicto XVI beatificará a Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro, otorgando la confirmación de la Iglesia Católica a lo que Mari y millones de fieles creen desde hace muchos años: que Karol Wojtyla llevó una vida de santidad y que merece uno de los honores más altos de su iglesia.
La beatificación es el último paso importante antes de ser declarado santo, y Juan Pablo II llegará a esa meta en tiempo récord, apenas seis años después de su muerte ocurrida el 2 de abril de 2005. Benedicto XVI aceleró el proceso, al iniciar la causa inmediatamente en lugar de esperar cinco años como es habitual.
Los biógrafos y voceros de Wojtyla han destacado, entre otros aspectos de su vida, los 129 países que visitó y los 1,16 millones de kilómetros que recorrió, el equivalente de dar 29 veces la vuelta al mundo.
Y durante todos esos viajes fue acompañado por Mari, un romano de hombros anchos, traje oscuro e impecable camisa blanca, que frecuentemente era el único laico en un mar de clérigos. Este reportero gráfico tomaba fotos en forma discreta desde su lugar privilegiado al lado del Papa, y luego el Vaticano las distribuía a los medios.
Su trabajo, que se inició a los 16 años, abarcó cinco pontificados a partir del Papa Pío XII, y terminó en 2008 bajo el actual período de Benedicto XVI.
Muchas de las fotos más difundidas de Mari son las que tomó de Juan Pablo II cuando estaba de vacaciones: tomando sol en las montañas de Val D'Aosta o descansando en los jardines de Castel Gandolfo. Pero otras evocan tiempos menos felices: el Papa tendido en una cama de hospital después de un intento de asesinato en 1981; o la que lo muestra perdonando al turco Ali Agca, el hombre que le disparó.
Mari destacó un viaje memorable a Sudán en 1993, cuando Juan Pablo II regañó públicamente al presidente Omar Hassan el-Bashir por no proteger a la minoría cristiana.
Durante la audiencia privada el fallecido Papa, visiblemente furioso, le levantó la mano a el-Bashir y le dijo que era un "criminal" y sería juzgado por Dios. "¡Traduce literalmente todo lo que digo!", le ordenó Juan Pablo II al intérprete, según recordó Mari.
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