viernes, 30 de septiembre de 2011

SEÑALAN QUE 3 DE 10 MUJERES SE SIENTEN FORZADAS SEXUALMENTE EN COCHABAMBA


Cochabamba, 30 Sep. (ATIPIRI / Erbol).- De cada diez mujeres cochabambinas, tres sienten que es una “obligación” tener relaciones sexuales con sus parejas, señala las conclusiones de la encuesta realizada por la Organización No Gubernamental (ONG) Infante.

La investigación fue efectuada a 170 mujeres de los municipios de Cochabamba, Quillacollo, Colcapirhua, Tiquipaya, Vinto y Cliza, según el rotativo opinion.com.bo

La violación en el matrimonio aún no es tipificado como delito en el Código Penal, pero refleja la violencia sexual y de género a que son sometidas las mujeres en Cochabamba.

Por otra parte, el 40 por ciento de las encuestadas confesó que usa diferentes mentiras para no tener relaciones con su pareja.

Sin embargo, de cada diez cuatro mujeres esperan que su pareja les pida tener relaciones sexuales, lo que demuestra la unidireccionalidad en las relaciones. No hay esa iniciativa en las esposas o concubinas.

La violencia sexual se constituye en otra estrategia para el sojuzgamiento de la mujer. Menoscaba sus derechos en salud sexual y reproductiva. La violencia sexual debe ser entendida, además, como el tomar posesión del cuerpo de la mujer y, a su modo, también configura en las mujeres víctimas su percepción acerca del ejercicio de sus derechos sexuales y reproductivos, argumenta el estudio.

Violencia psicológica y física

De todas las encuestadas, el 45 por ciento reconoce ser víctima de violencia física. El 53 por ciento no se siente víctima y el 2 por ciento no responde.

El investigador Miguel González explicó que es posible que el segmento sea mayor, ya que el 19 por ciento de las que no se reconocen ser víctimas afirma que recibir un sopapo “no es violencia física”, ya que no produce impedimento.

El 30 por ciento de las mujeres cree que la violencia física se debe a que la mujer hizo algo para provocarla, con lo que reflejan asumir la culpabilidad.

El 40 por ciento de las mujeres encuestadas sostienen que sus parejas les controlan constantemente. El 30 por ciento dice que su pareja le acusa de infidelidad o “conducta sospechosa”.

Y el otro 40 por ciento dicen que perdieron contacto con amigas, familiares y compañeras de trabajo para evitar que su pareja se moleste. El 33 por ciento señalan que su pareja le critica y humilla en público sobre su apariencia y forma de vestir, peinarse, forma de ser o sobre el modo que hace actividades y el 30 por ciento no se siente valorada por su pareja.

Violencia económica

La entrevista a 170 mujeres de Cercado, Quillacollo, Colcapirhua, Tiquipaya, Vinto y Cliza reveló que el 30 por ciento no tiene libertad para salir de su casa y buscar empleo. Tres de ellas 10 son vigiladas estrictamente por sus parejas en sus ingresos y en el dinero que les entregan.

Dependencia

Cuatro de diez mujeres prefieren seguir viviendo con su pareja aunque las maltraten, porque no tienen recursos económicos para mantener a sus hijos e hijas. Han creado dependencia económica y anulado su autonomía para la generación de recursos. Así se perpetúan las relaciones de poder.

El combate con la prevención

La lucha contra la violencia simbólica debe darse, principalmente, en el terreno de la prevención y considerar los límites y alcances de su crítica.

Es importante que adolescentes varones y mujeres conozcan que la violencia a la mujer no es tema de instituciones, sino que afecta a todos.

Los recursos que el Estado destina a la atención de mujeres víctimas y para la prevención de la violencia son insuficientes.

Por ejemplo, no hay un centro de acogida para mujeres víctimas de violencia en Cochabamba. Tiquipaya sí tiene.

Las acciones terapéuticas de atención a víctimas de violencia física deben reconocer el papel central que juega el recurso del símbolo, no tanto en la línea del disciplinamiento de la voluntad, cuanto en el encauzamiento de la voluntad hacia proyectos de vida alternativos y fuera del círculo de la violencia.

La importancia de la sensibilización

También se necesita hacer un trabajo con los agresores que son responsables de sus actos y deben ser sancionados. El agresor es víctima de violencia estructural. Nació con violencia, creció en ese contexto y la violencia está naturalizada. La violencia no es natural. Las personas tienen que aprender a controlar la ira y la rabia.

Algunos aspectos centrales de la violencia simbólica se encuentran reforzados por la simbología religiosa. Aspectos referidos al ejercicio de los derechos en salud sexual y derechos en salud reproductiva tienen mucha relación con lo señalado: Concebir las relaciones sexuales como un hecho exclusivamente reproductivo es un claro ejemplo de ello.

En consecuencia, el desmontaje de estos imaginarios, alimentados por simbología religiosa, puede suponer en algunos casos la agresión a ciertas creencias muy arraigadas. (Con información de Opinión).

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Agencia Regional de Noticias -- ARN

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