Japón 17 Mar. (Atipiri/tomado El pais.com).- En Tokio se respira tensión y miedo. Ya no es solo el nerviosismo ante la posibilidad de que la radiactividad de la central de Fukushima llegue a la capital.
La amenaza de hoy, séptimo día desde el terremoto de magnitud 8,9 que sacudió el país y causó un devastador tsunami y una crisis nuclear, es el de un gran apagón en toda la ciudad y sus alrededores, debido al aumento del consumo que coincide con un drástico descenso de las temperaturas.
El ministro de Comercio, Banri Kaieda, ha advertido esta mañana de que la capacidad disponible de la compañía eléctrica Tokio Electric Power Co (Tepco) se ha visto seriamente afectada por la interrupción de las operaciones de la central nuclear Fukushima-1 y los daños sufridos en otras centrales nucleares. Según la agencia Kyodo, unos 10 millones de hogares se verían afectados por los planes de recorte de suministro de Terco.
El llamamiento de las autoridades a la población es que haga más esfuerzos en el ahorro de luz, sobre todo en horas de la tarde y noche, petición muy dura en momentos en que las temperaturas han caído a cerca de cero y en el norte, la zona más afectada, se están registrando nevadas.
Unos 850.000 hogares en el norte aún están sin electricidad, según Tepco. El Gobierno por su parte, ha informado de que al menos 1,5 millones de viviendas no tienen agua potable.
En vista de la crisis de suministro eléctrico, los principales operadores de trenes en Tokio, JR East y Tokio Metro, han anunciado la reducción de sus servicios a partir de las cinco de la tarde hora japonesa (nueve de la mañana hora de la península), informa la agencia Kyodo. Ya algunas zonas de la capital se han visto afectadas por los apagones rotatorios decretados por el Gobierno para poder desviar electricidad a otras zonas del país, y por la reducción del servicio de transporte ferroviario.
Pero el apagón anunciado para finales del día amenaza con acabar con el poco aguante que le queda a los japoneses, tras una de las peores catástrofes que ha vivido el país en décadas.
Al problema eléctrico se suman los problemas de suministro de gasolina. En las estaciones de servicio se pueden ver largas colas, donde puede llevar hasta dos horas el poner gasolina. En algunos sitios, las gasolineras solo venden hasta 20 litros.
El ministro Kaieda ha dicho a los periodistas que el Gobierno ha pedido a las refinerías en el oeste de Japón que incrementen su tasa de operación a 95% o más, al tiempo que han urgido una reducción en los inventarios de gasolina en el oeste en los próximos tres días, para ayudar a aumentar el suministro en las zonas más afectadas y estabilizar el equilibrio entre oferta y demanda en el mercado.
Tokio, cuya metrópoli alberga a más de 13 millones de personas, parece una ciudad fantasma en algunas zonas. Las continuas réplicas del terremoto del viernes y, sobre todo, la radiación que se escapa de la central atómica han provocado el pánico en la capital, hasta el punto que muchos residentes en Tokio ya han huido, y otros se han encerrado en sus viviendas para evitar una posible radiación.
Muchas familias han hecho acopio de alimentos, agua y baterías ante la posibilidad de que se vean obligadas a permanecer enclaustradas en casa si se produce una fuga radiactiva grave.
Hoy se podía ver a niños saliendo de una escuela con capuchas para protegerse de la posible radiación. Pero muchos colegios han cerrado y algunas compañías han permitido a sus empleados que trabajen desde casa.
También puede sentirse el malestar y la incertidumbre de la población. Las autoridades aseguran que los niveles de radiación registrados en Tokio -tres veces más altos de lo normal el martes pasado- no suponen una amenaza para la salud, pero algunos expertos creen que las autoridades están minimizando la gravedad de la crisis.
Lo mismo piensan los ciudadanos. "El Gobierno no está diciendo la verdad", afirma Hide, de unos 35 años, que trabaja en el Club Gaspanic. Hide, original de Tokio, declara estar asustado, y acusa al Gobierno de no estar diciendo la verdad sobre lo que ocurre en Fukushima. "La gente se ha ido porque piensa que se puede producir un gran terremoto en Tokio o los alrededores, pero, sobre todo, por el problema en la central nuclear", confiesa.
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