Las comunidades indigenas en el Tipnis. |
La Paz, 3 Jul. (ATIPIRI / Erbol).- Isidra Camari (19), como todos los días, debe levantarse a las seis de la mañana para preparar el desayuno a Humberto (20), con quien se casó hace una semana.
Desde que nacieron viven en la población trinitaria de San Antonio del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), que se encuentra entre los departamentos del Beni y Cochabamba, al que se puede llegar sólo por vía fluvial. Ella, trigueña, bonita y siempre sonriente, se encarga del cuidado de su nuevo hogar, una casita hecha de madera y cubierta con las palmas de los árboles. Él, en pocas palabras, es un atleta, y como la mayoría de los hombres de su comunidad, ahora le toca traer el alimento a casa.
“Ahí (en el TIPNIS) están los arroyos donde hay los pescados, hay bastante pescado ahí y hay bastantes animales (…) bueno casamos pues para mantenernos, para comer y otros para mantener a los hijos”, contó la joven indígena.
FORMA DE VIDA
La caza y la pesca son las principales formas de subsistencia de las más de 50 familias que habitan en San Antonio. Pero también el trabajo de la tierra, como el cultivo de arroz, yuca, plátano, entre otros, así como una variedad de frutas para el consumo propio.
El trueque o cambalache, como prefieren llamarlo los indígenas, aún persiste en la comunidad yurakaré de Providencia, que está a dos horas caminando a pie desde San Antonio.
Pero para contar con dinero contante y sonante, y así aprovisionarse de aceite, sal y azúcar, entre otros, la gente comercializa parte de su producto en ciudades como Trinidad.
Este año, doña María Cuellar, una mujer de carácter templado y con más de 50 años de edad, decidió vender chivé y harina de yuca seca molida en los mercados de la capital beniana.
“Yo consigo la plata cuando yo tengo qué comer, yo hago chivé y vendo arroz y eso hago, por eso yo tengo platita. Mi esposo hace cascos, el vende casco y yo tengo plata”, señaló Cuellar.
Arar la tierra en el chaco es un trabajo en conjunto entre mujeres y hombres, pero este año la cosecha no fue buena. En Providencia los varones se dedican exclusivamente a la pesca y caza de animales salvajes, como el jochi, en los montes, explicó Marco Puri.
“A parte de eso también vivimos del bosque, lo que son las frutas, algunas frutas que también nos sirven para nosotros para sobrevivir haciendo siempre algunos refresquitos”, declaró.
Mientras que la artesanía, que era otra de las actividades a las que querían dedicarse las mujeres de la comunidad de San Antonio, no lo pueden hacer porque las maquinas de costura que les entregaron las dirigentes de la subcentral no sirven, declaró la trinitaria Pabla Pamuri, principal representante de las mujeres.
“Estuve yo contenta de esas telas que íbamos a hacer nuestros proyectitos queríamos hacer artesanía. Íbamos hacer puro tipoy (vestidos), pero en esos casos trajeron esas telas las señoras y no me fijé, no sirven, son ordichis”.
EDUCACIÓN Y SALUD
Si bien se superó en estas zonas la falta de educación, no ocurrió lo mismo con salud. Las mujeres deben tener a sus hijos bajo su propia suerte.
A doña Carmela Moche se le anegan los ojos de lágrimas al recordar que tuvo que dejar morir a sus dos hijos, con calentura y diarrea, al no encontrar remedio para curarlos.
“Un bicho los han hechizado puej, no conocía puej era muchacha. Diarrea les ha dado eso los ha matado, se murieron puej”, recordó.
Así, entre la pesca, la caza, la siembra y cosecha de sus productos, pero también en medio de necesidades, pasan los días en ambas poblaciones del TIPNIS, y pese a que la Ley 1333 cataloga a todo ese sector como área protegida, por ahí pasará el segundo tramo de la carretera Villa Tunari – San Ignacio de Moxos, amenazó el pasado miércoles el presidente Evo Morales.
Los indígenas trinitarios, yurakarés, mojeños y chimanés, que habitan en el TIPNIS, están seguros que el proyecto carretero afectará su habitad y que los dejará sin hogar.
La caza y la pesca son las principales formas de subsistencia de las más de 50 familias que habitan en San Antonio. Pero también el trabajo de la tierra, como el cultivo de arroz, yuca, plátano, entre otros, así como una variedad de frutas para el consumo propio.
El trueque o cambalache, como prefieren llamarlo los indígenas, aún persiste en la comunidad yurakaré de Providencia, que está a dos horas caminando a pie desde San Antonio.
Pero para contar con dinero contante y sonante, y así aprovisionarse de aceite, sal y azúcar, entre otros, la gente comercializa parte de su producto en ciudades como Trinidad.
Este año, doña María Cuellar, una mujer de carácter templado y con más de 50 años de edad, decidió vender chivé y harina de yuca seca molida en los mercados de la capital beniana.
“Yo consigo la plata cuando yo tengo qué comer, yo hago chivé y vendo arroz y eso hago, por eso yo tengo platita. Mi esposo hace cascos, el vende casco y yo tengo plata”, señaló Cuellar.
Arar la tierra en el chaco es un trabajo en conjunto entre mujeres y hombres, pero este año la cosecha no fue buena. En Providencia los varones se dedican exclusivamente a la pesca y caza de animales salvajes, como el jochi, en los montes, explicó Marco Puri.
“A parte de eso también vivimos del bosque, lo que son las frutas, algunas frutas que también nos sirven para nosotros para sobrevivir haciendo siempre algunos refresquitos”, declaró.
Mientras que la artesanía, que era otra de las actividades a las que querían dedicarse las mujeres de la comunidad de San Antonio, no lo pueden hacer porque las maquinas de costura que les entregaron las dirigentes de la subcentral no sirven, declaró la trinitaria Pabla Pamuri, principal representante de las mujeres.
“Estuve yo contenta de esas telas que íbamos a hacer nuestros proyectitos queríamos hacer artesanía. Íbamos hacer puro tipoy (vestidos), pero en esos casos trajeron esas telas las señoras y no me fijé, no sirven, son ordichis”.
EDUCACIÓN Y SALUD
Si bien se superó en estas zonas la falta de educación, no ocurrió lo mismo con salud. Las mujeres deben tener a sus hijos bajo su propia suerte.
A doña Carmela Moche se le anegan los ojos de lágrimas al recordar que tuvo que dejar morir a sus dos hijos, con calentura y diarrea, al no encontrar remedio para curarlos.
“Un bicho los han hechizado puej, no conocía puej era muchacha. Diarrea les ha dado eso los ha matado, se murieron puej”, recordó.
Así, entre la pesca, la caza, la siembra y cosecha de sus productos, pero también en medio de necesidades, pasan los días en ambas poblaciones del TIPNIS, y pese a que la Ley 1333 cataloga a todo ese sector como área protegida, por ahí pasará el segundo tramo de la carretera Villa Tunari – San Ignacio de Moxos, amenazó el pasado miércoles el presidente Evo Morales.
Los indígenas trinitarios, yurakarés, mojeños y chimanés, que habitan en el TIPNIS, están seguros que el proyecto carretero afectará su habitad y que los dejará sin hogar.
Texto: Ana Apaza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario