Estados Unidos, 23 Jun. (ATIPIRI / EL PAÍS).- Barack Obama anunció anoche la retirada gradual de las tropas norteamericanas de Afganistán, algo más rápida que lo que quería el Pentágono, pero dejando sobre el terreno fuerzas suficientes para seguir combatiendo a los talibanes al menos un año más. 10.000 soldados saldrán de ese país este año y 23.000 más antes del final del verano de 2012.
Aunque quedarán después cerca de 70.000, este es el comienzo del final de la guerra más larga de la historia de EE UU, un conflicto que empezó como respuesta a los ataques del 11-S y que se aproxima a su conclusión sin haber librado a Afganistán del desorden y la violencia.
El presidente marcó un camino claro, aunque lento, para el final de la guerra: desde la salida de las últimas tropas de refuerzo, dentro de un año, comenzará un proceso de transmisión del mando al Gobierno y el Ejército afgano, que a partir de 2014 serán los únicos responsables de su propia seguridad, aunque Estados Unidos podrá ciertas unidades especiales para perseguir a Al Qaeda. Entonces pasará de ser una misión de combate a una de apoyo.
Obama explicó en un discurso televisado a la nación que la retirada se produce "desde una posición de fuerza" después de haber cumplido el objetivo básico de debilitar a Al Qaeda, aunque admitió que "no vamos a pretender hacer de Afganistán un país perfecto". Recordó que la dispersión de recursos hacia la guerra de Irak impidió durante años hacer más progresos en Afganistán y anunció que, después de una década en la que este país ha estado concentrado en la lucha contra el terrorismo, "ahora es el momento de centrarse en EE UU" e "invertir en nuestra gente".
Aunque los plazos establecidos por Obama aceleran un poco el ritmo deseado por los mandos militares, que pedían una retirada de 5.000 soldados este año y un total de 30.000 para finales del próximo, el presidente advirtió que todavía es necesario consolidar los avances hechos en los últimos meses. "Este es el principio pero no el final de nuestro esfuerzo por ganar esta guerra. Tendremos que hacer aún el trabajo duro de mantener los logros obtenidos", dijo.
Al mismo tiempo, el presidente anunció que su Gobierno intentará resolver el conflicto civil afgano mediante negociaciones políticas. "Mientras fortalecemos al Gobierno afgano y sus fuerzas de seguridad, Estados Unidos se sumará a las iniciativas para la reconciliación del pueblo afgano, incluyendo a los talibanes", manifestó. "Nuestra posición sobre esas conversaciones es clara: tienen que ser conducidas por el Gobierno afgano y los que participen en ellas tienen que romper con Al Qaeda, abandonar la violencia y respetar la Constitución afgana".
El objetivo que Obama señaló para poner fin a la presencia militar en Afganistán es el de que ese país "deje de ser un santuario de Al Qaeda y de sus afiliados para lanzar ataques contra nuestra patria o nuestros aliados". "No haremos de policías en sus calles o patrullaremos sus montañas indefinidamente; esa es la responsabilidad del Gobierno afgano, que tiene que incrementar su capacidad de proteger a su pueblo", añadió.
Este discurso, que llega en un momento de mayor pesimismo entre la opinión pública norteamericana sobre la necesidad de combatir en Afganistán y de creciente presión de parte del Congreso para concluir la guerra cuando antes, se presta a diversas interpretaciones sobre el camino elegido por Obama. Por un lado, queda claro que el presidente no está dispuesto a una guerra indefinida ni a sumergir a su país en las disputas internas de Afganistán. En ese sentido, sugirió que su enemigo no son los talibanes ni su objetivo la estabilización de Afganistán. Al mismo tiempo, no satisface las exigencias de la izquierda demócrata y la derecha conservadora de salir de ese conflicto sin demora.
Por un lado, Obama no da satisfacción plena al deseo del jefe militar en Afganistán, general David Petraeus, de mantener sus fuerzas casi íntegras durante un año más, pero la deja tropas suficientes para la campaña del próximo otoño y para mantener plena operatividad durante la mitad del próximo año.
Obama ha escogido una solución, como es costumbre en él, que trata de conciliar las opciones encontradas que durante meses han batallado dentro de su Administración: el vicepresidente, Joe Biden, como líder de los partidarios de acelerar la retirada, y el general Petraeus, al frente de los que pedían más prudencia.
Con este discurso, Obama intenta de alguna manera cerrar la página de la guerra de Afganistán y de un largo periodo de conflictos muy polémicos iniciados por su antecesor, George Bush, y concentrarse en la economía nacional, que es lo que va a decidir las elecciones del año próximo.
"Ahora acabemos el trabajo que tenemos entre manos", manifestó, "acabemos responsablemente estas guerras y recuperemos el sueño americano que es el centro de nuestra historia".
Los que han defendido la aceleración de la retirada consideran que todo lo que se podía hacer está ya hecho y que, en medio de una lenta recuperación económica en EE UU, tiene que reinvertir en casa lo que se está gastando en aquella lejana nación. EE UU lleva invertido cerca de un billón de dólares en una guerra que cuesta hoy 10.000 millones de dólares al mes. Más de 1.600 norteamericanos han muerto ya en un conflicto que sus detractores consideran imposible de ganar.
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