10 de Ene. (Atipiri / infobae.com).- Desde la elección del presidente Mahmud Ahmadinejad, en 2005, el reforzamiento de la censura ha convertido el trabajo de los editores en un verdadero calvario.
Según el gobierno, hay en el país casi 7.000 editoriales. Con sólo que mil de ellas presenten cinco libros por año para su aprobación -y es una cifra baja-, eso representa 5000 libros que deberán ser analizados. "No sorprende, dice el periodista, que una de estas casas afirme tener 70 novelas en espera de pasar el examen".
Esto coloca al sector en una situación imposible: la de tener títulos vendibles, quizá ya impresos en varios miles de ejemplares, con su aparición anunciada en los medios, pero "con el gobierno que no da la luz verde para colocarlos en los puntos de venta", denuncia Nikfarjam.
Esta situación se agravó cuando Ahmadinejad fue elegido presidente por primera vez en 2005 porque una de sus primeras medidas fue ordenas una nueva revisión de todos los títulos aprobados por la anterior administración. Esto generó una gran acumulación de libros a la espera de ser estudiados para confirmar su compatibilidad con los valores islámicos, según los entendía el nuevo gobierno.
Muchas de esas obras fueron objeto de censura retroactiva y declaradas "impublicables".
Tener que destruir una edición ya lista es ruinoso para los pequeños editores, comenta el periodista. Sin embargo, concluye su artículo con una nota optimista: "Felizmente, los editores iraníes son muy testarudos. 'Ningún régimen totalitario duró para siempre, ¿no es cierto?', dice uno de ellos. 'Estoy en el comercio de libros desde hace 50 años y no tengo ninguna intención de dejarlo'".
Lo denuncia el periodista iraní Omid Nikfarjam en un artículo que comenta la revista La Règle du Jeu, describiendo los desafíos a los que se enfrentan los sellos editoriales hoy en la República Islámica. Además de seleccionar los títulos, testear el interés de los lectores, enviar las pruebas a la imprenta y diseñar una estrategia de marketing, un editor en Irán no debe olvidar lo principal: comunicar sus intenciones al censor, explica Nikfarjam.
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